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lunes, 14 de marzo de 2016




Testimonio de una mamá.

published 14 mar 2016 by Fundación Daniela in News  category with 0 comments

Hola, me he animado a contar la historia de mi peque, pues a lo mejor vale de ayuda a otras familias que están pasando por lo mismo y, si no, como una experiencia que me apetece contar… ¡Es una sensación tan extraña! Ya que es duro, pero a la vez, también es ¡tan gratificante ver a los peques felices!.. Ellos son los que nos dan la fuerza, por lo menos hablo en todo momento de mi caso, nos hacen más y más fuertes para todo lo que nos pueda venir.
Yo puedo decir que todo lo que nos ha sucedido me ha ayudado a pensar más abiertamente, a entender tantas cosas que antes ni me había planteado, pero siento que estoy creciendo, no solo como madre, sino también como persona.
Cuando nació Noe todo fueron alegrías, pues yo quería otra niña, más que nada por Nadia, una amiga con la que poder salir juntas e irse de tiendas, contarse sus historias… bueno, en fin, tonterías…, pero yo me puse muy contenta al saber que traíamos otra niña.
Noe desde siempre nos dejaba alucinados ya que, desde que yo recuerde, siempre se ha pedido cosas de niños. Como cuando nos pidió el traje de España con dos años y en mi casa el fútbol no se ve, yo alucinaba… Los primeros reyes ya decíamos iñaky y yo: “jope si parece que tenemos un niño… y ésta ¿de dónde saca estas cosas?”, coches a mansalva…, pero no le dábamos importancia, con Nadia hemos hecho lo mismo, porqué iba a ser diferente con Noe.
A medida que iba creciendo siguió con la ropa y pensábamos: “¡pero bueno pues sí que es cabezona!”, solo con chándal, porque eso sí puedo decir que las ideas las tiene más claras que yo jajaja. Ya empezaba a decir: “no soy chica”, pero no la escuchábamos, ni se lo teníamos en cuenta.
Yo la dejaba en las tiendas que ella eligiera y me sorprendía cada vez más. Lo que sí se puede decir que empecé a ofrecerle cosas más neutras pues ya me estaba empezando la cosa a mosquear, pero no había manera y yo pensaba: “ ¡qué narices!, pero si es lo que le gusta adelante”.
Iba a ser San Isidro y en el cole nos dijeron que tenían que ir disfrazados de chulapos, pues esa tarde empezamos a ponernos las pilas:
– mamá, yo quiero ir de chico chulapo.
– ¿por qué?
– porque soy un niño
– no, Noelia, tú eres una niña, nos eres un niño.
Rompió a llorar, con una angustia tal que nos miramos su padre y yo y no se nos olvidará nunca la cara de impresión con la que nos quedamos los dos.
“Yo no soy una niña, soy un niño y quiero una colita, ¿por qué no tengo colita?, ¿cuándo me va a salir mi colita?”, todo esto llorando y yo, claro, negándole la evidencia, ¿para qué quieres tú una colita si eso na vale para nada?,( claro todo esto por el poco conocimiento de las cosas, si yo hubiese tenido conocimiento desde el primer momento que mi hija me dice estas cosas yo nunca la hubiese contradicho en nada, pero claro ¡todo era tan “raro”!..
Esa misma noche ya mi cabeza empezó a buscar explicación a todo lo que mi peque me estaba diciendo y empezaron las noches sin dormir.
Como al día siguiente tenía reunión con la profe, le comenté lo que me había dicho Noelia de que es un niño. La profe me había dado cita para la reunión porque decía que mi hija era muy introvertida, que no habla nada con ella, estaba en su mundo… le pregunté que si podía llevarla de chulapo, y me dijo que no, ni hablar que le trajera el traje en una bolsa y ella se lo ponía, pensé: “no tiene ni idea de lo que le estoy diciendo, por narices también se lo pongo yo”. Pensé: “pues si Noe normalmente no habla con ella, no sé cómo va hablar con ella ahora…”
Ese mismo día a la salida me comentó: “sí, me ha dicho que es un chico… ya le he explicado yo que eso no puede ser, que los niños son malos y que las niñas molan más. Lo que tienes que hacer como madre es no comprarle spidermans, cómprale Barbies. Yya le dicho que tiene que venir de chulapa y que se quite eso de la cabeza…”
Me quedé blanca según me iba diciendo las cosas la profesora y pensé: “¿en qué hora le he contado yo a esta nada?, ¡ni yo he sido nunca tan radical con mi peque!”, Noelia me dijo a continuación: “mañana voy disfrazada de niña, vale mama?”. ¡Qué charla no le echaría la profesora!..
No obstante, la profesora me dijo que se lo iba a comentar a los profes, a ver si habían tenido un caso similar, pues le parecía muy curioso que lo tuviera tan claro lo de ser niño…
La tutora me mandó con la psicóloga del cole… “nada que los niños hoy quieren ser una cosa y mañana otra” que no le diera la menor importancia, que era normal… eso sí, que hay normas en la vida y esas había que aceptarlas, que le pusiera limites… No sé qué deciros con ese diagnóstico que me dio, pero vamos que en septiembre ya nos volveríamos a ver para ver cómo seguía.
Arancha, la tutora, me dijo, ya más tranquila, que no había de que preocuparse, que ya le había dicho la psicóloga que nada que son etapas y todos felices y todos contentos, menos yo claro, bueno la verdad que salí como diciendo: “bueno, si la psicóloga le quita importancia pues yo también”.
Pero Noe seguía en su línea, era muy complicado ponerle los martes y jueves el uniforme, no hay día que no me preguntara: ¿ y por qué me toca falda? Esto durante un año, le llegué a poner un pantalón debajo tipo malla, solo por no oírla.
Empezó el verano y claro no había normas para vestir y había que ir a comprar algo de ropa y, obviamente, sus gustos eran muy de “chico” pero yo se lo compraba y ya no le daba a elegir otras cosas, estaba un poco cansada pues me iba a dar igual.
Un familiar me dijo: “y ¿por qué no se lo dices a la pediatra?, y así tienes otro criterio más” y me pareció buena idea. La pediatra flipó, sí así como suena. ¿Qué puedo hacer? tengo a mi hija que me dice que es un niño. Le conté un poco lo que estaba pasando, lo que nos contaba, incluso que hacia pipí de pie (no siempre) pues la corregíamos más que nada porque se manchaba entera, claro.
La pediatra no me quiso dar ni cita con el psicólogo, pues quería hablar primero con él, pues lo mismo al ser tan pequeña, no me veía ni el psicólogo ¡sí flipante!, me llamaría y me diría lo que le había dicho el psicólogo.
Había pasado una semana y no me había llamado, así que tuve que volver y decirle: “hola quedaste en llamarme”… y por fin, tuvimos cita con el psicólogo. El caso es que el psicólogo, la verdad , es muy majo, con muchas ganas de aprender y muy amable. Nos conoció a todos, vamos a la familia. Y bueno, más de lo mismo, que era muy pequeña, que había que esperar y lo primero que le pusiéramos vestidos, y le contáramos la reacción que tenía Noelia… A cuadros nos quedamos. 
Menos mal que mi hermano me llamó un día de esos y me dijo: “pon el documental de la 2”.EL SEXO SENTIDO, ¡qué maravilla! Claro, alucinamos y dejamos de negarle todas las cosas que nos decían que teníamos que hacer. No me puse en contacto con la asociación al principio, me daba mal rollo, no quería, pero no sé explicar por qué…
El caso es que un día vino una amiga peluquera y yo miraba a Noe y le dije: ¿quieres cortarte el pelo?, su cara ya cambió, “si puedo…”, “Claro que sí, cariño”, “pero corto, corto”, “sí, como tú quieras”. Cuando acabó mi amiga de cortarle el pelo, se fue al espejo y nos dijo: “¡hala! pero no puedo ir a cole con este pelo y llamarme Noelia!”. Y le dijimos: “sí, claro que puedes” y Noe dijo: “¿no puedo llamarme Oscar?”. Me temblaron las rodillas. “¿Y los pendienes me los puedo quitar?”, “claro que sí, cariño”… Todos los días me saltaba con alguna, no había día de descanso.
Una anécdota que me alucinó y ya fue como blanco y en botella es esta. En una sala de espera pasa una mujer :
-hola y tú ¿qué eres un niño o una niña?
Yo: – niña
Marcos: – niño
la mujer dijo : bueno será lo que quieras verdad, cariño.
Cuando salimos del médico me dice: ¿Por qué les dices que soy una niña, mamá?.
Le pedi perdón, que se me olvidaba que lo iba a intentar.(me costó lo suyo, no fue fácil ) me di cuenta de que él ya había dado el paso, faltaba yo. Con los ojos empañados le prometií que no iba a volver a ocurrir. Bueno, ese día mi hermano me animó a que llamara a la asociación y me dieron cita con Isidro y la cosa fue aclarándose un poco más, dando normalidad a lo que nos estaba pasando.
Todo este proceso no ha sido fácil, es más, muchas noches sin dormir, despertarme y creerme que todo era un sueño y que esto no me estaba pasando a mí…
Hoy por hoy doy gracias por estos años duros, increíbles y muy gratificantes:
GEACIAS MARCOS POR SER COMO ERES Y POR PONERNOS LAS COSAS TAN SENCILLAS.
Voy a hablar de dos personas porque en realidad es como yo lo siento, dos personas totalmente diferentes.
Noelia: muy tímida, no se relacionaba con nadie, ni con sus compañeros del colegio. Íbamos al parque y se escondía detrás de mí siempre, cosa que me llamaba mucho la atención, pues yo misma pensaba ¡qué rara es esta cría!, incluso con los familiares era demasiado tímida, yo no veía normal esa timidez tan grande, pero claro, piensas que hay niños que son así, y ya está.
Desde que hicimos el tránsito Marcos ha cambiado poco a poco, es verdad, pero lo primero que le cambió, y fue inmediato, fue su corte de pelo. Le dio una fuerza que ya se la noté en la mirada.
Antes de empezar el cole le di la oportunidad de cambiarnos de cole ya que si íbamos a otro nuevo a nadie le tendríamos que explicar el cambio. Y bien claro me dijo él: “mamá, nadie me va a decir nada, son mis amigos y no pasa nada”, claro a mí se me quedó la cara a cuadros, pues sinceramente para mí hubiese sido más fácil. Y ¡cómo no le iba a escuchar!, pues nos quedamos en el mismo cole. Marcos no veía problema por ningún lado.
Yo pasé ratos muy malos, me sentí muy sola, veía como la gente le miraba pero nadie se atrevía a decirme nada. Yo, sinceramente estaba agotada psicológicamente, no tenía ganas de nada, pero me hubiera encantado que alguien se hubiese preocupado de preguntarme o acercarse a mí, y charlar.
Ya cansada de que varios peques al salir del cole se acercaran a Marcos a preguntarle qué era y contemplar la pobre cara de Marcos, hablé con el cole, pero el colegio no estaba por la labor de enseñar ni ayudarnos en nada, ya con llamarle Marcos y dejarle el uniforme masculino ya sentía que había cumplido. Así que decidí ser yo quien pusiera la solución. Como tenía el whats app de los padres decidí escribir lo siguiente:
Hola, soy Mabel mamá de Marcos.
Ayer un peque en el patio me preguntó si Marcos era un chico o una chica. Ya que varios peques nos han hecho esa misma pregunta voy a compartir la historia de Marcos con vosotros para que las dudas que tengan los peques las podáis resolver.
Cuando Marcos nació su género asignado fue el de niña, y durante el primer año y medio asi fue tratada. Pero pronto, Marcos nos hizo saber sus preferencias en cuanto a ropa, juguetes, etc… No eran los esperados para una niña.
Nunca le dimos importancia a que su comportamiento de género no fuera el habitual. Empezó a aborrecer lazos, horquillas, vestidos, etc…
Pensamos que era una etapa, que ya se le pasaría, pero para nada, cada vez se hacía más fuerte.
Empezó a explicarnos lo que le pasaba, sentía en su corazón y en su cabeza que era un chico no entendía por qué su cuerpo no le correspondía.
Después de pasar por muchos especialistas nos explicaron que es un niño transexual. Su sexo asignado al nacer no corresponde con el psicológico y nos aconsejaron que lo mejor para él es que viva socialmente como se siente, como un niño.
Así que su padre y yo, como cualquier padre y madre, queremos que nuestro hijo sea feliz.
Marcos es un niño normal, como los demás, con sus virtudes, inquietudes y deseos y también con sus defectos.
Pedimos vuestra colaboración desde casa, pues tarde o temprano os preguntarán.Aaunque no es lo habitual, no por ello debemos negar que existe y debemos aceptar.
Es un niño muy valiente, todos los días se tiene que justificar por lo que es, es fuerte, pero también se desgasta.
Gracias por la aceptación de estos compañeros que no han tenido ningún repara en aceptarlo como es.
Cualquier duda por vuestra parte o la de los peques no dudéis en preguntarnos con total confianza.
GRACIAS YA QUE MARCOS ES UN NIÑO MUY FELIZ POR LA GENTE QUE LE RODEA.
Con esta carta tan simple pero tan llena de información la actitud de los padres cambió. Ya empezaron a invitarle a cumpleaños, Marcos empezó encontrarse más a gusto con sus compañeros, casualidad, ¡no lo sé!, pero desde luego, la cosa cambió.
Y todo a mejor, empezando por Marcos y terminando por esos padres a quienes al principio les parecía todo un poco extraño, pero una vez que se hablan las cosas, todo cambia. ¡Hasta yo me quede más relajada!
Bueno pues Marcos es un niño feliz y nosotros con verle más, pienso que gracias al documental “El sexo sentido” nuestra vida cambió a mejor; no quiero pensar qué calvario seguiríamos viviendo…

viernes, 11 de marzo de 2016

Hombres Trans reivindican derechos sanitarios que les conciernen incluida la fertilidad 

DR. ALEX Abramovich
Tener un niño no debe ser una situación ardua y humillante para los hombres transexuales, escribe uno que pasó por el proceso.

Durante el tiempo que puedo recordar, he querido tener hijos. La mayor parte de mi vida, pensé que iba a tener a mi hijo, pero esos sentimientos cambiaron poco después de que hice la transición como  hombre trans y comencé a tomar testosterona. La gestación de un hijo genéticamente era importante para mí, pero yo no era capaz de verme a mí mismo embarazo. Después de ver todas las opciones, con mi esposa, Caroline, decidí hacer para la gestación de otro ser humano en conjunto sería fertilizar mis óvulos con esperma de un donante y luego implantar el embrión en Caroline para que ella gestara el bebé .

Por desgracia, la preservación de la fertilidad, o lo que se conoce más comúnmente como "la congelación de óvulos," no se me ofrecio como una opción y un derecho antes de iniciar el tratamiento con testosterona. Esto significa que tendría que suspender mis hormonas masculinizantes para que mis ovarios fueran capaces de volver a ovular. Y eso fue sólo el comienzo de un viaje largo. Una vez que comience la ovulación, me gustaría someterme a un proceso de fecundación in vitro, así como una serie de ultrasonidos antes del procedimiento de extracción de los óvulos.

Honestamente, la idea de esto me aterrorizó, dado lo bien que había respondido a mi tratamiento hormonal – me había cambiado la voz, me permitió crecer el vello facial, y me ayudó a que la gente finalmente me percibieran con los caracteres masculinos asociados al hombre. Empezar mi tratamiento con testosterona era una de las mejores decisiones que había tomado en mi vida. Yo estaba en un punto en mi vida donde me sentí cómodo en mi propia piel. No tomar la testosterona hacia que me preocupara por sufrir ansiedad y malestar por la falta de coincidencia entre mi sexo físico y la identidad de género interna. Por todas estas razones, era muy importante para nosotros encontrar una clínica de fertilidad que fuera trans-positiva y competente con las personas trans.

Después de hacer nuestra investigación, hemos seleccionado una clínica de reproducción asistida en un centro hospitalario ubicado en Toronto y conocido por sus políticas trans-inclusivas, lo que alivió el estrés y nos hizo sentir seguros. Poco sabíamos que esta experiencia podría convertirse rápidamente en una pesadilla, debido al personal incompetente e ignorante trans y los médicos en la clínica.

A medida que suspendí la testosterona, me preparé para lo peor, no tenía ni idea de lo difícil que sería todo. Había ciertos puntos que eran más difíciles de vivir. Transcurridas tres semanas, yo era un desastre emocionalmente. Me sentí intensamente nostálgico de mí, porque mis sentimientos se habían vuelto tan ajenos a mí. Empecé mi experiencia en un diario. Aquí es un breve extracto de tres semanas de suspensión de la testosterona:

Nadie me advirtió acerca de estos sentimientos. Nadie habla de esto. No hay una manual de advertencia para este tipo de desajuste emocional. Me siento vacio. Aislado. Cansado. Enojado. Insuficiente. La testosterona me trajo facilidad.  Mi pecho es pesado. No creo que alguna vez se sintiera tan pesado. Me siento debil. Empujando y tirando de mí mismo. El sueño no es fácil y mis sueños me estresan. No había sentido nunca estos sentimientos. 

Me moría de ganas de hablar con otro hombre trans que habían pasado por lo que estaba experimentando - tanto de los procedimientos médicos y las emociones – pero no encontraba a nadie. Finalmente encontré un par de chicos que habían pasado por diferentes procesos de fertilidad que accedieron a hablar conmigo, y siempre estaré agradecido a ellos. No quiero que cualquier otro hombre trans se sientan tan solo como yo, que es por eso que estoy contando mi historia ahora.

Llegué a la clínica de fertilidad para mi primera ecografía tres meses después de que me suspendí la testosterona. Me dijeron que  póngase una bata de hospital y siéntese en la sala de espera, en la que había un grupo de mujeres. Todas parecían genuinamente excitadas. Yo realmente quería ser capaz de compartir su entusiasmo; después de todo, todos estábamos allí por la misma razón – para formar una familia. Pero en cambio, me hizo sentir que yo no pertenecía. 

Cuando la enfermera de guardia salió de la sala de ultrasonido para llamar al siguiente paciente, ella me miró y se detuvo. Nunca olvidaré la mirada de asombro en su rostro. Mientras se alejaba, ella giró la cabeza para mirar hacia atrás en mí, no una, ni dos, sino tres veces, casi como para asegurarse de que lo que estaba viendo era en realidad real. Esto, por supuesto, llamó la atención de los otros pacientes, que ahora comenzaron a mirarme también. Traté de distraerme mediante el bloqueo de los ojos en el irónico cartel de "inclusividad trans" en la pared frente a mí, y me di cuenta, con el corazón encogido que la atención trans-inclusiva que esperaba, no se iba a materializar en absoluto.

Esa semana presenté mi primera de las tres quejas en contra de la clínica. Describí la degradación de ser un espectáculo mientras esperaba en la sala de espera con un grupo de mujeres, y la forma en que la enfermera de guardia me había tratado. Incluso me explicó lo fácil que sería para resolver estas cuestiones, como orientarme a la sala de ultrasonido para que yo pudiera cambiar y esperar a que el equipo médico. La enfermera practicante en el otro extremo de la línea telefónica de inmediato prometió que la segunda ecografía sería mucho mejor. 

Cuando llegué a la clínica un mes después de mi segundo ultrasonido, estaba consternado al encontrar que no había tal plan en marcha. En lugar de ello, los médicos y las enfermeras discutieron los detalles de mi atención de la salud frente a un grupo de pacientes de sexo femenino. La enfermera de guardia se refirió a mí como "ella" y nunca se disculpó cuando mi pareja la corrigió: "Él, que quiere decir que él." Fue humillante. Me sentía tan picado.

Una semana más tarde, empecé a mí mismo con la inyección de $ 10,000 en la FIV medicamento hormonal. Por supuesto, la prueba sería difícil para cualquier persona. Sin embargo, tener los años pasados ​​sin mi cuerpo expuesto a las hormonas "femeninas", que tenía un tiempo particularmente agotadora ajustarse a los efectos secundarios. No hubo cambios emocionales radicales, pasando de no ser capaz de llorar por cerca de tres años, debido a la testosterona, a llorar de repente a la ola emocional leve, y los cambios físicos intensos, como perder un poco de mi pelo facial muy querido. Aunque mi apariencia general no ha cambiado de manera espectacular, me sentía igual que lo hizo, lo que afectó seriamente mi confianza.

Pero como insoportable que todo esto era, lo que sigue siendo la cosa más difícil de tratar fue el tratamiento de la clínica de fertilidad. Caroline y me sentí sorprendida cada vez que teníamos una cita. Durante la primera, el médico ni siquiera podía soportar verme, así que se quedó mirando la pared. Gran parte de ella era tácito como que - una sensación transmitida a través del tono y el lenguaje corporal que había algo malo en mí. Cada vez que entré en una habitación, el estado de ánimo cambió por completo. El malestar del personal conmigo era tan evidente que hace que cada conversación y la interacción fuera dolorosamente incómoda. Era como si no tuvieran ni idea de cómo tratarme como un ser humano.

Durante la cita de ultrasonido final, la enfermera asignada para mí era la misma que ya se había referido a mí como "ella" y supuestamente se había hablado con la dirección. Cuando entré en la sala de examen, una vez más se refirió a mí como "ella". Por suerte, el director médico estaba allí para corregir de inmediato. Al final de la ecografía le pregunté si podía hablar con el director médico en privado, porque quería asegurarse de que la enfermera no estaría presente durante mi procedimiento de extracción de los óvulos.
"Esta es la tercera vez que he oído a esta enfermera referirse a mí como" ella "y es muy doloroso e inaceptable", le trasladé al director médico.

"Sí, es lamentable, especialmente teniendo en cuenta que ya ha recibido la formación. En realidad, todos nuestros empleados han recibido capacitación ", respondió el director médico. "Simplemente parece que no se enteran algunas personas."

Yo estaba tan molesto que no puedo recordar lo que dije después de eso. No podía entender cómo una enfermera en uno de los principales hospitales de Canadá, fácilmente podría dejar mal a todos los profesionales por un mal trato verbal - ". Simplemente no se asume" Mi recuperación de óvulos estaba en dos días. Me había quedado sin tiempo y energía para seguir adelante con un mejor tratamiento. Y dada la defensiva del director médico, me sentí  consciente de no querer molestar- lo cual dice mucho sobre el desequilibrio de poder que está inherentemente presente entre los pacientes y los médicos.    

El tan esperado día de mi extracción de los óvulos por fin llegó. Me entregó una pila de formularios para firmar. Cuando mis ojos llegaron a la parte inferior de la página, yo sólo era capaz de ver dos palabras: ". La paciente" Miré a mi enfermera. "¿Por qué dice “la” paciente?" "Se han actualizado las formas, pero estas son nuestros viejos furmularios", respondió ella. Tenía un largo día por delante de mí, así que sólo puse la cabeza hacia abajo y firmé.

Caroline y yo nos dirigimos a la sala de examen. El procedimiento de extracción de los óvulos real fue la experiencia más dolorosa de toda mi vida, tanto física como emocionalmente. Mi mujer estaba tan perturbada por el dolor insoportable que lloró y gritó al médico para hacer cualquier cosa que me ayudara a paliar el dolor.

Por último, todo había terminado.

No es más es el dolor psicológico de mis recuerdos de haber sido tratado como una “enfermedad” que se podría tomar, y mi temor de que esto ocurra cada vez que veo a un nuevo médico. Después de meses de falsas esperanzas y promesas vacías que la clínica lo haría mejor, está claro para mí, que el personal no entendía que la atención centrada en el paciente parece,  que obviaba a pacientes trans. Sólo estaban preparados para hacer frente a un tipo de paciente, y si se les recriminaba ello, reaccioaban como una carga. Con los años, he tratado con equipos médicos ignorantes, sin embargo, cada vez que sucede, es absolutamente sorprendente.

-Los espacio positivo no los hacen los carteles, si las actitudes y la empatía no se alinean. Estoy agradecido de que yo estaba en una posición en la que yo era capaz de abogar por mí mismo y presentar numerosas quejas. También he proporcionado al personal de la clínica de recursos prácticos y recomendaciones para mejorar su cuidado, para que puedan convertirse más en línea con su política trans-inclusiva'. Es mi única esperanza de que el personal haya aprendido de esta experiencia para que ninguna otra pareja tenga que pasar por lo que pasamos.

Al final, a pesar de esta experiencia fue sin duda traumatizante, no nos arrepentimos. Caroline está embarazada, y esperamos con interés empezar un nuevo momento y construir nuestra familia.

DR. ALEX Abramovich es un investigador en el Centro para la Adicción y Salud Mental de Toronto. Alex ha abordado el tema de la LGBTQ2S jóvenes sin hogar durante los últimos 10 años. Se interesa por la cultura juvenil, la falta de vivienda y el cuidado de la salud, participación de la comunidad, y los métodos basados ​​en película. Para obtener más información, visite  ilona6.com .  

martes, 8 de marzo de 2016

Un Registro Civil de Baleares autoriza el cambio de nombre a una niña transexual de siete años

Ensa es un nombre que suena a sonrisa, la que una niña esboza cada vez que lo oye y la que no puede reprimir cuando lee su nombre en el DNI.

Ensa pronto cumplirá ocho años, tan pequeña y tan valiente. Es una niña transexual, al nacer le adjudicaron un sexo con el que nunca se vio identificada, esa adjudicación vino acompañada de un nombre que no le representó, de un género que al nombrarla le molestaba y de unas expectativas del entorno que no pudo cumplir.
Hoy por fin tiene en su mano un DNI que cambia su historia. Un Registro Civil ha autorizado el cambio de nombre por uso habitual, la niña transexual más pequeña que lo consigue en Baleares. Para ello tuvo que luchar con las expectativas creadas en su familia, en su entorno, vencer los prejuicios, explicar su realidad, conseguir que le trataran en femenino y con ese nombre las amigas y los amigos, en el colegio y en cualquier actividad, para que la responsable del Registro Civil autorizara el derecho a tener un nombre que le representa, con el que se siente cómoda y responde a su identidad. Y aún no ha cumplido ocho años.
El derecho a la identidad parece ser algo incuestionable que se les niega las personas transexuales de partida. Esta es una de las reivindicaciones que Chrysallis, Asociación de Familias de Menores Transexuales, ha trasladado a los representantes políticos, a la Dirección General de Registros, a la Defensora del Pueblo y hasta el Tribunal Supremo. En los últimos dos años aproximadamente treinta y cinco menores han accedido a ese cambio de nombre por uso habitual en el Estado Español, pero también en ocasiones los autos son desfavorables o son recurridos por la fiscalía. En el peor de los casos las niñas y los niños no consiguen hacerse ver por sus familias, sufriendo en silencio sin saber qué hacer.
La familia de Ensa encontró a la asociación Chrysallis hace un año, desde entonces su vida ha cambiado a mejor. Han tenido que sortear barreras y educar a su entorno, soportar que se les cuestionara desde el ámbito educativo, que en el entorno sanitario no supieran darles respuestas, noches sin dormir y muchas horas de explicaciones que se compensan con esa sonrisa que lleva aparejada el nombre de Ensa.

La historia de Valentina

La historia de Valentina empieza desde muy temprana edad. No recuerdo exactamente cuándo y en qué momento me dio la primera señal de que algo no encajaba en su vida.
Mi primer hijo llegó a nuestras vidas tras tres abortos y un largo tratamiento de inseminaciones… todo bien, pero teníamos claro que lucharíamos por un segundo hijo. Nos dimos un periodo de tiempo de un año para intentarlo, ya que nuestras edades no nos dejaban mucha tregua. A los dos meses nos reíamos los dos al ver como la prueba de embarazo daba positivo y a los cinco meses, cuando nos confirmaban que era otro niño,  estábamos felices de tenerlos sanos. Posteriormente nos indicaba una posible causa a los abortos anteriores, de todas las pruebas que nos hicieron en el Materno, solo una, que nos la comunicaron cuando nuestro segundo hijo tenía ya tres meses de vida, mi cuerpo rechazaba los fetos de sexo femenino. Nos alivió al tener dos hijos varones en ese momento.
Crecían muy unidos los dos porque tan solo se llevan 11 meses de edad y se complementaban muy bien; desde muy temprana edad, nuestra, ahora, Valentina,  se decantaba por juguetes, ropas, aires… considerados femeninos. Jesús, el mayor era un príncipe azul y su “hermano” era una princesa, un ada, una ninfa encantada en todos sus juegos
Al empezar el colegio con tres años, Gabriel quería llevar su mochila rosa de princesa, no comprendía porque su hermano la podía elegir y él no podía llevarla a su gusto, es más, consintió llevar una bolsa de plástico antes de llevar una considerada de chico. En ese momento se nos planteó en nuestros corazones una gran preocupación, no podíamos evitar las miradas, los corrillos de los que veían a un niño con cosas típicamente de niña. Por suerte, dimos con una gran profesional como profesora, que supo encauzar muy bien a la clase, y todos respetaban los gustos de Gabriel. Al final de curso, toda la clase debía dibujar un autorretrato,  para elaborar una camiseta que su profesora les iba a regalar con la imagen de cada uno de sus 20 compañeros y compañeras, como era de esperar, Gabriel se pintó como niña.
A la vez que Valentina iba creciendo, nos convencíamos más de que algo no cuadraba; recuerdo que una vez, me preguntó “Mama ¿a qué edad se te cayó la churrina?” Pensaba que a también se le tenía que caer porque no era suya… y nos preguntaba a que edad se pondría sujetador o cuando sería una chica…
Es muy triste que fuésemos al pediatra a pedir ayuda y tan solo nos dijera que ya se le pasaría, que estaba muy enmadrado o que lo dejásemos pasar, como algo pasajero.
Valentina tenía bien claro las diferencias establecidas para ser un niño y una niña, y esperaba con todo su corazón “convertirse” en una chica, a la vez que crecía la realidad le demostraba que no iba a ser así, y, aunque en casa jugaba como una niña con su hermano y sus amigos y era respetada, pasó de ser un chico feliz a ser una personita muy introvertida, triste y enfada.
El pediatra seguía diciendo que eso no podía ser, que Valentina era un niño. Lo mandó a un psicólogo infantil para levantarle la autoestima: no quería entrar en los baños de los chicos en el colegio, no soportaba pantalones un poco ajustados porque le daba mucho rechazo sentir sus partes, se llegaba a darse golpes en la entrepierna, no soportaba la idea de verse pelos en la cara, no veía justo tener que hacer su Primera Comunión con traje de niño. Empezó a bajar el rendimiento escolar… lógicamente tenía la autoestima por los suelos.
Nuestras palabras siempre fueron de calma y de comprensión, no nos quedaba otra.
Un día, por casualidad, me encontré a la catequista de mis hijos y gran amiga, me preguntó que me pasaba porque me veía muy triste y llore lágrimas vivas porque me sentía muy impotente al no saber resolver el día a día de mi hijo. Me habló de una chica que me podía ayudar, que era una gran amiga suya y me iba a comprender. Bendito el día que yo hable con esta amiga. Recuerdo que me contaba el caso de su hijo y fue como ver una claridad a tanta tormenta. ¡Cuánto tengo que agradecer a esta gran mujer, que hoy es la presidenta de Chrysallis CanariasEvanos informó de todo los pasos a seguir y de que, sobre todo, nuestra hija no estaba confundida ni perdida.
Hoy, tan solo hace seis meses desde su tránsito, ya va por su segundo bloqueador, es una niña muy valiente y sobre todo feliz. Al elegir su nombre, nosotros para su mejor aceptación social, le aconsejamos llamarse Gabriela, pero no, ella sentía que seguirían llamándole Gabi y ella no es Gabi.
Valentina, por fin, con 12 años, vive totalmente como la niña que es, con sus amigos y amigas de siempre, abriendo caminos en su centro de salud, en su instituto en su entorno, con su cartilla de la seguridad ya cambiada y recopilando documentación para intentar cambiar su D.N.I. tan importante para ella.

jueves, 17 de septiembre de 2015

Carta abierta a mis futuros suegros, que no vendrán a nuestra boda

Publicado: 

La noche que reservamos el lugar donde celebraríamos nuestra boda, la madre de mi prometido llamó en estado de pánico porque había olvidado mandar por correo el regalo que habían comprado para mi cumpleaños. Después de unos minutos de charla, llegó el momento de agarrar el toro por los cuernos: ¿vendrían a la boda?
La dolorosa conversación que tuvimos puede resumirse en que no vendrían porque ellos "respetan la Biblia".
Días más tarde llegó la carta de cumpleaños, con una tarjeta de felicitación que decía "Con amor, de Russ & Pat". Cada mota de purpurina que salió del sobre se burlaba de nosotros. Durante diecisiete años habían construido una convincente fachada de aceptación. Por mi parte, hacía ya tiempo que me había comprendido con dolor que cuando decían que rezaban "por nosotros", no lo hacían precisamente para que no tuviéramos un accidente con el coche, ni para que Tim y su hermano hicieran las paces. Nunca lo habían dicho en voz alta, pero la mentalidad de "ama al pecador, odia el pecado" resultaba obvia. Razón por la que el regalo y la tarjeta terminaron en un sobre acompañados de la siguiente carta:
20 de julio de 2015
Queridos Russ & Pat:
Por favor, leed esta carta hasta el final. Os escribo no para atacaros o para menospreciar vuestras creencias. Sin embargo, sí me gustaría plantearos el reto de examinar con detenimiento las acciones que habéis tomado en nombre de esas creencias. Por favor, atended a lo que os digo. Para mí es importante que entendáis lo sucedido. Mi único deseo es poder haceros unas preguntas verdaderamente difíciles y suplicaros que las tengáis en cuenta antes de ignorar por completo esta carta.
Lo primero, muchas gracias por la tarjeta de cumpleaños y la carta de felicitación; la intención era buena, pero ojalá nos hubiera parecido sincera. Si no por mí, al menos por vuestro hijo, Tim. Sé bien que le queréis (y que, de hecho, nos queréis a los dos) de la mejor forma que sabéis. También sé que toda una vida de adoctrinamiento hace difícil la reconciliación con otras verdades contradictorias y mucho más difícil aún admitir que las creencias de uno son, al menos en parte, erradas.
Pero resulta descorazonador que ni siquiera hagáis el intento de comprender que el amor que sentís por vuestra propia sangre debería prevalecer sobre unos textos religiosos escritos hace miles de años en una época en la que la esclavitud era el statu quo, las mujeres eran un objeto y comer cerdo o marisco estaba castigado con la muerte o el destierro. Nadie puede considerar al pie de la letra cada uno de los postulados bíblicos como si fueran leyes. Podéis protestar si queréis, pero todos conocemos, aunque sólo sea en parte, la verdad de este hecho.
Russ, probablemente nunca rehuirías de tu mujer durante cierto periodo del mes por considerarla impura hasta el punto de ni siquiera compartir con ella los mismos utensilios de la casa. Pat, seguramente no estarías de acuerdo en que Russ tuviera otras mujeres como concubinas o en que tuvieras que casarte con su hermano en caso de fallecimiento de tu marido. Y estoy bastante seguro de que Carolyn no sería repudiada, ni desterrada ni condenada a muerte por divorciarse de su marido y casarse con otro. Así que, ¿por qué aceptáis como leyes y verdades irrefutables las seis referencias fugaces a los homosexuales en el Antiguo y el Nuevo Testamento? ¿Por qué no os planteáis al menos la posibilidad de que la forma en que las Escrituras en relación a este asunto en concreto --como en tantos otros temas ya superados como la esclavitud, el machismo, la repulsa del mestizaje-- pudiera estar equivocada y contaminada por prejuicios arcaicos, disfrazados de la falacia insidiosa de "ama al pecador pero odia al pecado"? Ser gay no es una opción. No es una clase de adicción o enfermedad que pueda ser curada. Es una característica innata e inmutable. Rezar con la esperanza de que la orientación sexual de una persona cambie tiene el mismo éxito que rezar para que un tomate se convierta en un ladrillo.
Creedme. Yo mismo he desperdiciado varios años de mi juventud intentando cambiar porque las personas que yo amaba y respetaba esperaban que así lo hiciera. No quería tener que enfrentarme a lo que por aquel entonces me parecía una eternidad de ostracismo y odio y soledad. Lo intenté una y otra vez. No lo conseguí. Y me llevó mucho tiempo darme cuenta de que ese miserable destino no era la consecuencia de ser gay, sino que era precisamente lo que me esperaba si continuaba odiándome por ser quien soy. Por fin, conseguí entender que ser gay es un rasgo innato, como lo son la altura o el color del pelo. Después de todo, si no fuera algo natural, ¿no creéis que después de siglos de denodados esfuerzos por su erradicación de la especie humana, habría muestras de al menos un modesto éxito? Pero aquí seguimos.
Los gais como vuestro hijo y yo mismo no podríamos volvernos heterosexuales por voluntad propia, igual que vosotros no podríais cambiar de color de ojos. Y al igual que tener un color de ojos que nadie más comparte, ser gay es también uno de los infinitos rasgos naturales y sanos del ser humano. Nacimos gais y algún día, en un futuro lejano, moriremos gais. Al igual que vosotros moriréis con el mismo color de ojos con el que nacisteis. Son hechos biológicos y neuropsicológicos. Por tanto, cuando "odiáis el pecado" en este caso, de hecho también estáis odiando al "pecador".
La única opción que tenemos al respecto es cómo elegimos reaccionar ante una manifestación perfectamente natural de la vida humana. Al principio, mi madre no podía aceptarlo. Como vosotros, había sido educada en la creencia de que los homosexuales, como vuestro hijo y yo, son unos monstruos depravados y lascivos. Cuando no me quedó más remedio que salir del armario, a mi madre se le planteó el dilema de, o bien creer en lo que otros le habían contado o confiar en lo que le contaban sus propios ojos, su corazón, su mente y su alma. Por fortuna, tras dos años enfrentándose con dificultad a sus propios sentimientos con una sinceridad brutal, consiguió aceptarme incondicionalmente. Por eso a vosotros os otorgaba el beneficio de la duda. La experiencia me ha enseñado que cuando las personas rechazan el miedo y se abren al amor, el cambio es siempre a mejor.
Vuestro cariñoso comportamiento y vuestras muestras de amor hacia nosotros durante las últimas dos décadas me habían hecho mantener la esperanza de que nos reconocíais como una pareja comprometida, merecedores del mismo respeto y dignidad de otras parejas casadas, como el hermano de Tim y su esposa. Nuestro matrimonio no se ha demorado por falta de ganas. De haber podido casarnos cuando queríamos, ahora estaríamos celebrando nuestro 15.º aniversario de boda y no planificando esta ceremonia cuando hace ya diecisiete años que nos conocimos y enamoramos.
Así que lo admito, cuando Tim os llamó para preguntar si asistiríais a nuestra boda y le respondisteis que ni siquiera consideraríais estar presentes porque "es que no resultaría cómodo"... para mí fue (y lo sigue siendo) una respuesta tan decepcionante como triste. Sólo mirad a vuestro hijo. Tan sólo hay que mirarlo de verdad. Es una persona cariñosa, comprensiva, generosa de espíritu, sincera, creativa, ingeniosa, servicial y prodigiosa en tantísimos aspectos. Y es inconcebible que no os dignéis a celebrar esta ocasión con él y a quererle sin reservas como yo lo hago. En vez de eso, os centráis en un faceta suya y lo condenáis porque otros os han dicho que es un rasgo detestable y anormal. Puede que no lo demuestre, pero está profundamente apenado, porque durante los últimos veinte años le habéis hecho sentir que le estabais aceptando progresivamente y ahora todo parece una montaña de mentiras. Y esta es una impresión que no puedo menos que compartir.
Espero que este no sea el caso. El optimista eterno dentro de mí confía en que vuestro amor por él sea verdaderamente incondicional. Confío en que sea una simple aunque desafortunada cuestión de que las contradicciones con vuestra fe son tales que no estáis seguros de cómo proceder o qué sentir ante una situación así. Confío también en que, a pesar de ello, terminéis por decantaros por el amor en vez del miedo.
Pero el realista que también vive en mí teme lo contrario. En lo más profundo de mi ser, me inquieta la posibilidad de que hayáis escogido interpretar vuestra fe de la forma que os han inculcado en vez de permitiros amar a vuestro hijo por completo y tal y como es. La única consecuencia este comportamiento es un dolor lacerante para todos los que nos rodean.
Por favor, demostrad al realista dentro de mí que está equivocado. Os estáis perdiendo lo que podría ser una relación maravillosa con vuestro hijo y lo único que estáis consiguiendo son incómodas y breves conversaciones en las que ocultáis vuestra incómoda verdad, en un intento desesperado de mantenerlo en vuestra vida. Vosotros podéis hacerlo mejor, podéis hacer que sea real, que sea sincero, que sea amor sin reservas. Vosotros queréis celebrar el regalo de vuestro hijo tanto como yo, no esconderlo como si fuera algún sucio secreto.
Por otro lado, no queremos destruir el matrimonio ni redefinirlo. Queremos ser parte de su elevada condición. Queremos anunciar ante el mundo nuestros votos de amor y fidelidad mutuos, exclusivos del uno hacia el otro. Puede que os sintáis incómodos con ello, puede que incluso aborrezcáis la idea en sí misma. Pero es un hecho. Ahora que podemos hacerlo legalmente, nos casaremos este otoño. Ojalá hubierais elegido estar ahí para participar del festejo junto a nosotros y a todos aquellos que consideramos nuestros seres queridos.
Pero la oportunidad ya ha pasado. El daño está hecho y me temo que no hay vuelta atrás. Al margen de vuestros motivos, justificaciones o los futuros intentos de reconciliación, el hecho es que habéis dado prioridad a las palabras de un libro antiquísimo y al veneno que escupen los predicadores por encima del amor por vuestro propio hijo.
Por esta razón, me veo obligado a devolveros vuestra carta y vuestro regalo; es que no me siento cómodo conservándolos.
Con mi sincero amor y respeto,
James

jueves, 16 de julio de 2015

Carta de un hijo gay a sus padres: “Pasé 20 años viviendo sin vivir”

A los 43 años, Diego Cash decidió asumir su homosexualidad frente a sus padres con una carta que les dejó adentro de una caja de empanadas. Luego, esa declaración se convirtió en el prólogo de su libro, "Vida Vivida", que escribió con la intención de ayudar a quienes pasan por una situación similar. Desde Entremujeres, aplaudimos su valentía y coraje.


Diego Cash nació el 25 de diciembre de 1968 en Buenos Aires y compartió a sus padres con cinco hermanos (tres varones y dos mujeres). “Nací con dos ojos, dos orejas, boca y nariz, par de brazos con sus manos y par de piernas con sus pies, gordito y saludable como cualquier bebé sano”, narra en su libro, Vida Vivida. Practicó equitación, aprendió piano (con cierta predilección por la música clásica) y también probó con el skate. Ya más grande, se interesó por el mundo gastronómico.
A los 11 años, comenzó a explorar, a entender su sexualidad y sintió miedo, vergüenza, dolor. “En ese entonces no pude conciliar mis ideas, tampoco podía imaginar cómo sería crecer proyectando una vida feliz, porque sentía que una vida feliz no era posible para mí”, recuerda Diego.
“Mucho tiempo busqué responsables y no los encontré, porque no había a quién responsabilizar, era simplemente la vida que me tocaba vivir. Me dejé llevar por los prejuicios y opiniones erradas: yo había nacido errado y me las tendría que arreglar para tapar todo esto”, cuenta. Incluso pensó armar una vida paralela para ocultar sus sentimientos: “sólo” necesitaba conseguir alguna chica que se hiciera pasar por su novia y quizás, incluso, algún día quiera casarse.
Con el tiempo y la ayuda de un psiquiatra se permitió pensar en su condición homosexual sin teñirla de sentimientos negativos. Fue recién a los 27 años cuando comenzó a transitar este proceso. Siete años después, a su regreso de un viaje a Costa Rica, “volví con una fortaleza que no tenía, con una entereza que jamás imaginé tener y con la firme convicción de que quiero, puedo y merezco ser feliz. Que no soy ni más ni menos que nadie, que a quien le guste bien y al que no… También”.
Pasaron algunos años más y sintió que era el momento de contárselo a sus padres. Y lo hizo de una manera muy particular: en mayo de 2012 Diego vivía en Azul, provincia de Buenos Aires, y tenía una pizzería y 43 años de edad. Como sus padres viven en el campo, a 30 km. de donde él estaba, todas las semanas les mandaba empanadas. Así que decidió poner dos cartas idénticas, una para cada uno, dentro de la caja de empanadas. Según cuenta a Entremujeres, fue muy bien tomada por ellos. “Esta carta se trata de respetarnos y de sincerarnos un poco más, de que me conozcan tal como soy, nada más ni nada menos que el que siempre fui”, finaliza el texto.
Esta carta se convirtió en el prólogo del libro en el que cuenta su historia, Vida Vivida. “Con este relato, quiero ayudar a quienes pasen por lo que yo pasé y concientizar a quienes no saben mucho sobre el tema. Ojalá pueda ser útil”. Diego vive en Costa Rica, es cocinero y trabaja como chef privado. A continuación, la carta completa.

“Queridos Papá y Mamá:
Les escribo esta carta para que sepan que estoy muy bien, agradecido por la vida que tengo, orgulloso de vivirla. Quería hacerles saber a los dos que son lo más importante que tengo y que, a pesar de las veces que estuvimos enojados, siempre prevalece y perdura el amor incondicional de padres a hijo y viceversa.
En esta carta solo pretendo que me conozcan un poco más y, si bien pensé un montón de veces en hablar, nunca supe encontrar el momento ni las palabras para hacerlo en persona. Durante un tiempo dudé si hacerlo o no, si valía la pena. Llegué a la conclusión de que sí y éste me pareció el mejor modo de hacerlo, para evitar interrupciones que en un diálogo habría inevitablemente y para poder dejar bien claro todo. Se trata de aclarar dudas que muchas veces deben haber tenido.
Cuando era muy chico (aproximadamente 11 años) supe cómo iba a ser mi vida y sinceramente, no me gustó. Tuve miedo, vergüenza, dolor y un montón de cosas pero no lindas. No pude en ese entonces conciliar mis ideas y tampoco podía imaginar como sería crecer proyectando una vida feliz porque sentía que una vida feliz no era posible para mí.
Pensé muchas veces en el porqué, le pregunté a Dios por qué me tocaba eso en mi vida y llegué a pensar que era un castigo divino, pero sin saber el motivo de semejante castigo. Así crecí y a medida que esto sucedía veía que cada vez era más intenso: en lugar de desaparecer de mi vida (como todas las noches pedía), se iba incrementando más y más. Busqué a quien contarle, alguien con quien hablar pero no supe encontrarlo. Crecí espantado y temeroso tratando de evitar a toda costa la vida que me tocaba vivir, busqué evadir la realidad y elegí una vida vertiginosa y autodestructiva. Lo que siempre me rescató fue el haber tenido una infancia muy feliz y eso se lo debo a ustedes.
Mucho tiempo busqué responsables y no los encontré, porque no había a quién responsabilizar, era simplemente la vida que me tocaba vivir. Me dejé llevar por los prejuicios y opiniones erradas, al punto de no dudar de su validez, yo había nacido errado y me las tendría que arreglar para tapar todo esto. En ese plan, estaba el de armar una vida paralela que tapara la verdadera, y para eso necesitaba conseguir alguna chica que hiciera de novia y que capaz se casara algún día conmigo, entonces estaba todo solucionado. Bueno, no pude elegir a nadie para darle una vida tan miserable, no iba de ninguna manera a usar a nadie de ese modo, lo único que hubiera logrado hubiese sido multiplicar mi infelicidad.
Fui muy afortunado al dar con Roberto (psiquiatra) y él pudo poner en orden mi cabeza y mis ideas, también supo eliminar de mi mente todas esas ideas equivocas respecto a mi vida, la vida que me tocó vivir. Me enseñó que valía, y mucho, que no era ni más ni menos que nadie y que ni en pedo había nacido errado. La homosexualidad no es una enfermedad, ni una patología, solo es una condición, que no se elige (algunos dicen que sí, pero no fue mi caso). Hubo mucho tiempo que, si bien a veces parece como perdido, para mí fue tiempo ganado porque logré fortalecerme muchísimo con todo lo que tuve que superar. Lo más destacable fue dejar de vivir la vida que los demás dicen que es lo que uno tiene que vivir y vivir mi vida tal cual es.
Todo esto recién lo pude asimilar o, mejor dicho, empezar a asimilar a mis 27 años y lo terminé de hacer a los 34, a mi vuelta de Costa Rica. Volví con una fortaleza que no tenía, con una entereza que jamás imaginé tener y con la firme convicción de que quiero, puedo y merezco ser feliz. Que no soy ni más ni menos que nadie, que a quien le guste bien y al que no… También.
Pasé 20 años viviendo sin vivir, esperando a que la magia se hiciera realidad y mi condición fuera otra, que todo desapareciera porque hay gente que habla sin saber y condena sin pensar y yo estaba dedicándole mi vida entera a eso, ¡20 años! ¡Una locura!
Muchas veces esperé a que me pregunten, pero no fue así y no lo reprocho, simplemente no sucedió. También sentí que respetaron mi silencio pero no tengo forma de saberlo si no lo hablo con ustedes. Quiero que sepan que lo último que desearía es que se enteren por terceros.
Que quizás les haga falta tiempo para poder asimilar todo esto que les cuento de mi vida y que lo voy a saber respetar, pero tampoco quiero que sea visto como algo trágico ni para ustedes ni para mí, simplemente porque no lo es. Como les dije antes, uno puede ser sumamente feliz, y lo mejor, puede ver lo infelices que son quienes intentan decirnos cómo vivir la vida, cómo deberíamos esconder nuestra esencia, disfrazar nuestra realidad, sin tener en cuenta que todas esas cosas van a incidir en la vida de muchas otras (una mujer que no será amada, hijos que tendrán que convivir con esa situación y, sobre todo, el engaño como eje central en la vida de uno). Esta carta se trata de respetarnos y de sincerarnos un poco más, de que me conozcan tal como soy, entre otras cosas, nada más ni nada menos que el que siempre fui”.
Diego acercó su historia a Entremujeres, movilizado por la publicación de una carta de un padre a su hijo gay: "Lo supe desde que naciste y siempre te amé".

sábado, 4 de julio de 2015

Bullying homofóbico
No podemos estimar que porcentaje de casos de acoso escolar se deben al hecho de ser homosexual o parecerlo.
Pero lo cierto es que la mayoría de los homosexuales, sobre todo varones nos dicen haber sufrido en mayor o menor medida acoso en su etapa escolar.

Durante 6 años y tengo 17 he sufrido y sigo sufriendo acoso escolar y me afecta, claro que me afecta ya que no solamente me insultan en el instituto, sino también la gente de mi pueblo y yo creo que eso machaca a uno de tal forma que se llega a no tener casi autoestima. Ya hoy en día se me quitan las ganas de salir de casa y si lo hago voy siempre por las calles laterales a la principal, esquivando a la gente.
Lo que yo creo es que ante todo aparte de ser estudiantes, gays, lesbianas, ingenieros y bomberos, creo que todos somos personas y que tenemos sentimientos.

No sé dónde acabará esta sociedad tan fria y tan preocupada solamente por lo que uno tiene o deja de tener. Deseo que me deis alguna palabra de ánimo